LA
HERMENÉUTICA DE GADAMER
“La Hermenéutica es el camino que
nos puede llevar al éxito
o fracaso”
jrm
Se considera que es importante tener una noción sobre la hermenéutica, que nos permita mejorar los niveles de interpretación, comunicación, comprensión y así lograr los objetivos propuestos.
Para
efectos del presente texto puntualizaremos que la hermenéutica: (del griego ἑρμηνευτικὴ
τέχνη, jermeneutiké tejne) es el arte de explicar, traducir o interpretar
Hans
Georg Gadamer Nació en el año 1900 y murió en 2002, a la edad de 102 años. Fue
alumno de Heidegger y
profesor en las Universidades de Lepzig, Frankfurt y Heidelberg.
Hans Georg Gadamer
Es
el fundador de la Escuela Hermenéutica. Sostenía que la interpretación debe
evitar la arbitrariedad y las limitaciones surgidas de los hábitos mentales,
centrando su mirada en las cosas mismas, en los textos.
La
hermenéutica o arte de la interpretación, se remonta a los orígenes de la
escritura y a la necesidad de encontrar el sentido de los textos.
La
obra del alemán Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher
marca un giro decisivo en la historia de la hermenéutica.
Schleiermacher
propuso la sistematización de la hermenéutica general como arte del comprender,
mismo que sirviera de base a las teorías y metodologías para la interpretación
de textos.
Gadamer
se propuso desarrollar una nueva teoría de la experiencia hermenéutica en toda
su extensión, recogiendo los hallazgos de Schleiermacher y otros pensadores, como
Wilhelm Dilthey(1833 - 1911) quien fue un filósofo, historiador, sociólogo,
psicólogo y estudioso de la hermenéutica de nacionalidad alemana y Martin
Heidegger(1889 – 1976) quien fue un filósofo alemán.
Heidegger
Wilhelm Dilthey
La
hermenéutica filosófica es el arte del entendimiento, que consiste en reconocerle
como principio supremo y el dejar abierto el diálogo.
Se
orienta a la comprensión, que consiste ante todo en que uno puede considerar y
reconsiderar lo que piensa su interlocutor, aunque no esté de acuerdo con él o
ella. Es un saber peculiar: lo mucho que queda por decir cuando algo se dice. La
culminación sería llegar a ponerse de acuerdo.
Gadamer
insistió en que la peculiaridad de la hermenéutica filosófica que él se esforzó
en desarrollar radica en poner de relieve el carácter fundamentalmente móvil de
la existencia, que es lo que constituye el carácter específico y finito del ser
humano y abarca la totalidad de la experiencia humana.
La
movilidad a la que se refiere remite a las formas siempre provisionales de la
comprensión. La insistencia en la finitud de la existencia y, por tanto, de la
comprensión, que pretende subrayar el alcance de todo conocimiento, en claro
contraste con la pretensión de tener un conocimiento objetivo como el que
persiguen las ciencias, como si fuera posible asentar su carácter definitivo
por el mero recurso del método y, lo que es más importante, como si de ese modo
fuera posible que el ser humano lograra una comprensión definitiva de sí mismo.
Hay que contar con la posibilidad de que exista desacuerdo y, a partir de él,
retomar la conversación una y otra vez.
La
hermenéutica filosófica es el arte del entendimiento que consiste en reconocer como principio supremo
el dejar abierto el diálogo. Se orienta a
la comprensión, que consiste ante todo en que uno puede considerar y
reconsiderar lo que piensa su interlocutor, aunque no esté de acuerdo con él o
ella.
Es
un saber peculiar: lo mucho que queda por decir cuando algo se dice. La
culminación sería llegar a ponerse de acuerdo.
Gadamer
insistió en que la peculiaridad de la hermenéutica filosófica que él se esforzó
en desarrollar radica en poner de relieve el carácter fundamentalmente móvil de
la existencia, que es lo que constituye el carácter específico y finito del ser
humano y abarca la totalidad de la experiencia humana. La movilidad a la que se refiere, remite a las
formas siempre provisionales de la comprensión.
La
pretensión de Gadamer es integrar el progreso de la ciencia y el del
pensamiento en una concepción unitaria de la experiencia del mundo que se
fundamenta en un lenguaje común. Su intención se orienta a comprender las
condiciones de la solidaridad humana. Su punto de partida es la experiencia de
la finitud de la comprensión, que se desprende del ser humano.
La
insistencia en el método no nos lleva a la verdad. La filosofía es más que
saber verdades. Al tratar de establecer los límites de la ciencia y de sus
pretensiones de objetividad, la hermenéutica como experiencia deja abierta la
puerta a una manifestación del ser, por encima de los límites evidentes del
contexto inmediato.
Aquí
se evidencia hasta qué punto Gadamer hizo suya la tesis heideggeriana que afirma
que “el lenguaje es la casa del ser”. Pero para comprender hay que comenzar por
reconocer que lo dicho en una conversación no es lo decisivo. Lo que hace que
lo dicho se convierta en palabra es lo no dicho que en lo dicho podamos captar.
Hablar es buscar la palabra. Encontrarla es rebasar un límite.
Quien
de verdad quiere hablarle a alguien, comunicarse, busca la palabra adecuada,
porque cree que lo que no logra decirse está por encima de los límites de lo
finito; precisamente porque no se consigue, comienza a resonar en el otro.
Gadamer
llega a hablar de la necesidad de aprender la “virtud hermenéutica”: la
exigencia de, ante todo, comprender al otro. El sujeto está en relación consigo
mismo, se autoposee, no de manera estática sino a través de un continuo proceso
de relación con el otro y con su mundo. La hermenéutica conlleva una exigencia
moral: llegar al otro a través de la palabra y del esfuerzo del concepto. Para
eso es necesario el olvido de sí mismo, lo que según Gadamer constituye una de las
grandes bendiciones del arte y una de las grandes promesas de la religión.
El arte es la promesa de que sus obras pueden
abrirse camino en medio del mundo de nuestros prejuicios con tal fuerza que nos
permite un acceso casi directo a la experiencia de la comprensión. Junto con la
religión, nos conduce a relativizar nuestra propia posición individual,
nuestros prejuicios, deseos y puntos de vista, y nos lleva a un exitus,
a una salida de nosotros para dejar que lo otro se abra camino en nosotros.
En
estas condiciones es posible que nos planteemos las grandes preguntas
metafísicas, de modo que nuestra comprensión del mundo no se reduzca al que nos
ofrece el conocimiento científico ni el curso de la técnica.
Acceder
a la propia morada
Gadamer
reiteró el temor que lo acompañó a lo largo de toda su vida: la posibilidad de
que la especialización y todo lo que significa vivir en un mundo tecnificado impidan el aprendizaje, que sería la derrota
del verdadero diálogo y de la capacidad de comprensión.
Esto
equivale a la imposibilidad de que el ser humano llegue a estar en casa o
“acceda a su morada”, es decir, su ethos, término que Gadamer utiliza en el
sentido que le atribuían los antiguos griegos: las viviendas, el sedentarismo y
cualquier lugar en un marco de convivencia ordenada.
Gadamer
considera necesario cultivar el lenguaje en sus posibilidades más propias:
encontrar la palabra precisa, pero también el silencio elocuente.
Estar
presente en el diálogo es lo más opuesto a la rutina del diálogo polémico, la
disputa, la reacción que busca contradicciones o inconsistencias lógicas, el
lenguaje periodístico que se reduce a un simple trabajo informativo.
Además,
es necesario defender el diálogo en su posibilidad interna de verdad, particularmente
contra la sumisión a las reglas de la lógica aparente de la sofística. Cabe
preguntar si a esta actitud subyace un rechazo del mundo moderno. En Gadamer se
encuentra una actitud ambivalente.
El
mundo es morada porque, a pesar de los riesgos que encierra, “estamos en
conversación”, en búsqueda de aquello que intentamos expresar por encima de
todas las palabras encontradas o buscadas. Ahí reside la esencia del comprender
y de la comunicación cuya forma más
acabada se da en la amistad. “Lo que hace que algo sea una conversación es el
hecho de que encontremos en otro algo que no habíamos encontrado en nuestra experiencia
del mundo. La conversación posee una fuerza transformadora afín a la de la
amistad”.
Conversación,
límite y esperanza
La
conversación y el entendimiento son indispensables.
Pero
son sólo un paso. El vínculo social es mucho más fuerte que el vínculo
dialógico, que corre el riesgo de quedarse en el orden puramente intelectual.
Los vínculos humanos son preverbales y
abarcan la realidad más honda de las personas.
La
actitud hermenéutica es del todo necesaria, pero resulta insuficiente para
hacer de este mundo una verdadera morada en la que haya lugar para todos.
Gadamer
constató los límites de toda comprensión, cuyo origen último se encuentra en la
limitación del ser humano. El hombre es como una palabra a medias, un balbuceo
que sólo se completa y se vuelve inteligible con el otro y por el otro.
Educarse
y formarse en la era de la técnica es aprender sus verdaderos alcances, así como
sus límites.
La
solidaridad es el presupuesto básico para la creación de convicciones comunes.
Para que puedan existir la comprensión, la solidaridad y la unidad entre los
hombres es necesario escuchar.
Esos
son los fines que Gadamer asigna a la educación.
Bibliografía
Beuchot,
Mauricio “La búsqueda de la ontología en Gadamer” en Intersticios, Número
Especial, Publicación Semestral de la Escuela de Filosofía de la Universidad
Intercontinental, Año 6/núms. 14 y 15/ 2001, p. 39.
Las
caras del símbolo: el ícono y el símbolo (1999).
Caparrós,
Madrid, pp. 43-71.
Clreary, John y Pádraig Hogan “The reciprocal character
of Self-Education” en Journal of Philosophy of Education, vol.35, núm.4,
Blackwell, Oxford, 2001.
Kosellek, Reinhart y Hans Georg Gadamer. Historia
y lenguaje: una respuesta, Paidós, Barcelona, 1997.
Jalón,
Mauricio y Fernando Colina. Pasado y presente, Diálogos, Cuadro, Madrid, 1996.