jueves, 20 de marzo de 2014

EL ARTE DE INTERPRETAR




LA HERMENÉUTICA DE GADAMER

“La Hermenéutica es el camino que

        nos puede llevar al éxito o fracaso”

jrm

Se considera que es importante tener una noción sobre la hermenéutica, que nos permita mejorar los niveles de interpretación, comunicación, comprensión y así lograr los objetivos propuestos.



Para efectos del presente texto puntualizaremos que la hermenéutica: (del griego ἑρμηνευτικὴ τέχνη, jermeneutiké tejne) es el arte de explicar, traducir o interpretar

Hans Georg Gadamer Nació en el año 1900 y murió en 2002, a la edad de 102 años. Fue alumno de Heidegger y profesor en las Universidades de Lepzig, Frankfurt y Heidelberg.

Hans Georg Gadamer
 

Es el fundador de la Escuela Hermenéutica. Sostenía que la interpretación debe evitar la  arbitrariedad y las  limitaciones surgidas de los hábitos mentales, centrando su mirada en las cosas mismas, en los textos.

La hermenéutica o arte de la interpretación, se remonta a los orígenes de la escritura y a la necesidad de encontrar el sentido de los textos.

La obra del  alemán Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher marca un giro decisivo en la historia de la hermenéutica.

Schleiermacher
 
 
Schleiermacher propuso la sistematización de la hermenéutica general como arte del comprender, mismo que sirviera de base a las teorías y metodologías para la interpretación de textos.

Gadamer se propuso desarrollar una nueva teoría de la experiencia hermenéutica en toda su extensión, recogiendo los hallazgos de Schleiermacher y otros pensadores, como Wilhelm Dilthey(1833 - 1911) quien fue un filósofo, historiador, sociólogo, psicólogo y estudioso de la hermenéutica de nacionalidad alemana y Martin Heidegger(1889 – 1976) quien fue un filósofo alemán.
Heidegger
 
                                                                                             Wilhelm Dilthey
 

La hermenéutica filosófica es el arte del entendimiento, que consiste en reconocerle como principio supremo y el dejar abierto el diálogo.


 

Se orienta a la comprensión, que consiste ante todo en que uno puede considerar y reconsiderar lo que piensa su interlocutor, aunque no esté de acuerdo con él o ella. Es un saber peculiar: lo mucho que queda por decir cuando algo se dice. La culminación sería llegar a ponerse de acuerdo.

Gadamer insistió en que la peculiaridad de la hermenéutica filosófica que él se esforzó en desarrollar radica en poner de relieve el carácter fundamentalmente móvil de la existencia, que es lo que constituye el carácter específico y finito del ser humano y abarca la totalidad de la experiencia humana.

La movilidad a la que se refiere remite a las formas siempre provisionales de la comprensión. La insistencia en la finitud de la existencia y, por tanto, de la comprensión, que pretende subrayar el alcance de todo conocimiento, en claro contraste con la pretensión de tener un conocimiento objetivo como el que persiguen las ciencias, como si fuera posible asentar su carácter definitivo por el mero recurso del método y, lo que es más importante, como si de ese modo fuera posible que el ser humano lograra una comprensión definitiva de sí mismo. Hay que contar con la posibilidad de que exista desacuerdo y, a partir de él, retomar la conversación una y otra vez.

La hermenéutica filosófica es el arte del entendimiento  que consiste en reconocer como principio supremo el dejar abierto el diálogo.  Se orienta a la comprensión, que consiste ante todo en que uno puede considerar y reconsiderar lo que piensa su interlocutor, aunque no esté de acuerdo con él o ella.

Es un saber peculiar: lo mucho que queda por decir cuando algo se dice. La culminación sería llegar a ponerse de acuerdo.  

Gadamer insistió en que la peculiaridad de la hermenéutica filosófica que él se esforzó en desarrollar radica en poner de relieve el carácter fundamentalmente móvil de la existencia, que es lo que constituye el carácter específico y finito del ser humano y abarca la totalidad de la experiencia humana.  La movilidad a la que se refiere, remite a las formas siempre provisionales de la comprensión.

La pretensión de Gadamer es integrar el progreso de la ciencia y el del pensamiento en una concepción unitaria de la experiencia del mundo que se fundamenta en un lenguaje común. Su intención se orienta a comprender las condiciones de la solidaridad humana. Su punto de partida es la experiencia de la finitud de la comprensión, que se desprende del ser humano.

La insistencia en el método no nos lleva a la verdad. La filosofía es más que saber verdades. Al tratar de establecer los límites de la ciencia y de sus pretensiones de objetividad, la hermenéutica como experiencia deja abierta la puerta a una manifestación del ser, por encima de los límites evidentes del contexto inmediato.

Aquí se evidencia hasta qué punto Gadamer hizo suya la tesis heideggeriana que afirma que “el lenguaje es la casa del ser”. Pero para comprender hay que comenzar por reconocer que lo dicho en una conversación no es lo decisivo. Lo que hace que lo dicho se convierta en palabra es lo no dicho que en lo dicho podamos captar. Hablar es buscar la palabra. Encontrarla es rebasar un límite.

Quien de verdad quiere hablarle a alguien, comunicarse, busca la palabra adecuada, porque cree que lo que no logra decirse está por encima de los límites de lo finito; precisamente porque no se consigue, comienza a resonar en el otro.

Gadamer llega a hablar de la necesidad de aprender la “virtud hermenéutica”: la exigencia de, ante todo, comprender al otro. El sujeto está en relación consigo mismo, se autoposee, no de manera estática sino a través de un continuo proceso de relación con el otro y con su mundo. La hermenéutica conlleva una exigencia moral: llegar al otro a través de la palabra y del esfuerzo del concepto. Para eso es necesario el olvido de sí mismo, lo que según Gadamer constituye una de las grandes bendiciones del arte y una de las grandes promesas de la religión.

 El arte es la promesa de que sus obras pueden abrirse camino en medio del mundo de nuestros prejuicios con tal fuerza que nos permite un acceso casi directo a la experiencia de la comprensión. Junto con la religión, nos conduce a relativizar nuestra propia posición individual, nuestros prejuicios, deseos y puntos de vista, y nos lleva a un exitus, a una salida de nosotros para dejar que lo otro se abra camino en nosotros.

En estas condiciones es posible que nos planteemos las grandes preguntas metafísicas, de modo que nuestra comprensión del mundo no se reduzca al que nos ofrece el conocimiento científico ni el curso de la técnica.

Acceder a la propia morada

 

Gadamer reiteró el temor que lo acompañó a lo largo de toda su vida: la posibilidad de que la especialización y todo lo que significa vivir en un mundo tecnificado  impidan el aprendizaje, que sería la derrota del verdadero diálogo y de la capacidad de comprensión.

 

Esto equivale a la imposibilidad de que el ser humano llegue a estar en casa o “acceda a su morada”, es decir, su ethos, término que Gadamer utiliza en el sentido que le atribuían los antiguos griegos: las viviendas, el sedentarismo y cualquier lugar en un marco de convivencia ordenada.

Gadamer considera necesario cultivar el lenguaje en sus posibilidades más propias: encontrar la palabra precisa, pero también el silencio elocuente.

Estar presente en el diálogo es lo más opuesto a la rutina del diálogo polémico, la disputa, la reacción que busca contradicciones o inconsistencias lógicas, el lenguaje periodístico que se reduce a un simple trabajo informativo.

Además, es necesario defender el diálogo en su posibilidad interna de verdad, particularmente contra la sumisión a las reglas de la lógica aparente de la sofística. Cabe preguntar si a esta actitud subyace un rechazo del mundo moderno. En Gadamer se  encuentra  una actitud ambivalente.

El mundo es morada porque, a pesar de los riesgos que encierra, “estamos en conversación”, en búsqueda de aquello que intentamos expresar por encima de todas las palabras encontradas o buscadas. Ahí reside la esencia del comprender y de la comunicación  cuya forma más acabada se da en la amistad. “Lo que hace que algo sea una conversación es el hecho de que encontremos en otro algo que no habíamos encontrado en nuestra experiencia del mundo. La conversación posee una fuerza transformadora afín a la de la amistad”.

Conversación, límite y esperanza

La conversación y el entendimiento son indispensables.

Pero son sólo un paso. El vínculo social es mucho más fuerte que el vínculo dialógico, que corre el riesgo de quedarse en el orden puramente intelectual. Los vínculos humanos son preverbales  y abarcan la realidad más honda de las personas.

La actitud hermenéutica es del todo necesaria, pero resulta insuficiente para hacer de este mundo una verdadera morada en la que haya lugar para todos.

Gadamer constató los límites de toda comprensión, cuyo origen último se encuentra en la limitación del ser humano. El hombre es como una palabra a medias, un balbuceo que sólo se completa y se vuelve inteligible con el otro y por el otro.

Educarse y formarse en la era de la técnica es aprender sus verdaderos alcances, así como sus límites.

La solidaridad es el presupuesto básico para la creación de convicciones comunes. Para que puedan existir la comprensión, la solidaridad y la unidad entre los hombres es necesario escuchar.

Esos son los fines que Gadamer asigna a la educación.

Bibliografía

Beuchot, Mauricio “La búsqueda de la ontología en Gadamer” en Intersticios, Número Especial, Publicación Semestral de la Escuela de Filosofía de la Universidad Intercontinental, Año 6/núms. 14 y 15/ 2001, p. 39.

Las caras del símbolo: el ícono y el símbolo (1999).

 Caparrós, Madrid, pp. 43-71.

Clreary, John y Pádraig Hogan “The reciprocal character of Self-Education” en Journal of Philosophy of Education, vol.35, núm.4, Blackwell, Oxford, 2001.

Kosellek, Reinhart y Hans Georg Gadamer. Historia y lenguaje: una respuesta, Paidós, Barcelona, 1997.

Jalón, Mauricio y Fernando Colina. Pasado y presente, Diálogos, Cuadro, Madrid, 1996.